lunes, 9 de noviembre de 2015

En busca del “Big Five”. Parque Kruger.

En busca del “Big Five”. Parque Kruger.

La noche resultó ideal para el safari nocturno. Ir a contemplar una puesta de sol en el interior del parque Kruger es un  espectáculo para los sentidos. Diferentes expediciones se juntaban en una montaña para compartir una ligera merienda. Algunos guías llevaban rifles, pero nuestro conductor no llevaba arma alguna, “con mis manos me vale” nos confesó entre risas. Antes, de camino a la montaña, nuestro guía recibió una llamada. Acababan de divisar una manada de  perros salvajes que son muy difíciles de observar. Aquello es la selva pero hay cobertura. El parque Kruger tiene 350 kilómetros de largo y 60 de ancho. Dentro hay hoteles, campamentos, servicios públicos y algunas  carreteras asfaltadas.

El primer “Big Five” ya lo habíamos visto desde el hotel. Un elefante solitario estaba muy cerca de la piscina colindante con el parque. En el trayecto nocturno y en el safari de jornada completa que hicimos el tercer día, se veían con mucha frecuencia. Por razones obvias, son fáciles de ver y además, hay muchos. En el parque Kruger se estima que hay más de 12000 elefantes. También son muy numerosas las cebras, jirafas e impalas

El segundo “Big Five” lo encontramos refrescándose en el  río Sabie, en el safari del día completo. Era un búfalo solitario y según nos dijo el guía, los búfalos veteranos suelen vivir lejos de la manada y pasan bastante tiempo cerca del agua.  El calor se estaba haciendo insoportable, a una temperatura de unos 40 grados, se unía un viento caliente que aumentaba la sensación térmica hasta más de 50 cuando el vehículo descubierto  estaba en movimiento.  Hubo un momento de indecisión y cansancio cerca de las tres de la tarde. El guía nos ofreció continuar la búsqueda mas allá del horario pactado (6 de la mañana hasta las cuatro de la tarde). Había niños dormidos en el todoterreno pero decidimos continuar unos kilómetros en dirección contraria a nuestra puerta de salida, Numbi Gate

Y entonces llegó el momento mágico. El momento del más grande, el del rey. Reina en este caso. Dos leonas acababan de cazar un joven búfalo y lo estaban devorando muy cerca de la carretera. Por unos pocos minutos no lo vimos en directo, todavía no habían llegado los otros actores secundarios no tan vistosos, los “ugly five” con el buitre a la cabeza desde el cielo.  Viendo esa escena, vino a mi memoria Félix Rodríguez de la Fuente y su programa “El hombre y la tierra”. Aquella mítica serie de televisión de mi niñez. No eran linces ibéricos ni lobos como en aquellas maravillosas imágenes guardadas entre nuestros recuerdos, eran leones. Y no era España, era África. Pero en el fondo es lo mismo, es la misma ley de la naturaleza. La muerte forma parte de la vida.

Continuamos nuestro regreso a casa y nos encontramos con un trío de rinocerontes. Ya sólo nos quedaba el leopardo. La suerte fue esquiva pero estuvimos muy cerca, nos comentaron que creían haberlo visto detrás de una pequeña ladera pero no pudimos comprobarlo. No fue completo el viaje pero sí intenso. Además, el leopardo se convirtió en una maravillosa razón para volver  en otra ocasión.


Al final del día en el porche de la cabaña, con olor a citronella para ahuyentar la malaria y una infusión de roobois, el magnetismo de África entra en tu alma junto con la belleza de la nación arco iris. 

Este texto fue enviado a un concurso de relatos de viajes del diario EL PAIS en 2011. Creo que nunca lo recibieron je je 



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