En busca del “Big Five”. Parque Kruger.
La noche resultó ideal para el safari nocturno. Ir
a contemplar una puesta de sol en el interior del parque Kruger es un espectáculo para los sentidos. Diferentes
expediciones se juntaban en una montaña para compartir una ligera merienda.
Algunos guías llevaban rifles, pero nuestro conductor no llevaba arma alguna,
“con mis manos me vale” nos confesó entre risas. Antes, de camino a la montaña,
nuestro guía recibió una llamada. Acababan de divisar una manada de perros salvajes que son muy difíciles de
observar. Aquello es la selva pero hay cobertura. El parque Kruger tiene 350
kilómetros de largo y 60 de ancho. Dentro hay hoteles, campamentos, servicios
públicos y algunas carreteras
asfaltadas.
El primer “Big Five” ya lo habíamos visto desde el
hotel. Un elefante
solitario estaba muy cerca de la piscina colindante con el parque. En el
trayecto nocturno y en el safari de jornada completa que hicimos el tercer día,
se veían con mucha frecuencia. Por razones obvias, son fáciles de ver y además,
hay muchos. En el parque Kruger se estima que hay más de 12000 elefantes.
También son muy numerosas las cebras, jirafas e impalas
El segundo “Big Five” lo encontramos refrescándose
en el río Sabie, en el safari del día
completo. Era un búfalo
solitario y según nos dijo el guía, los búfalos veteranos suelen vivir lejos de
la manada y pasan bastante tiempo cerca del agua. El calor se estaba haciendo insoportable, a
una temperatura de unos 40 grados, se unía un viento caliente que aumentaba la
sensación térmica hasta más de 50 cuando el vehículo descubierto estaba en movimiento. Hubo un momento de indecisión y cansancio
cerca de las tres de la tarde. El guía nos ofreció continuar la búsqueda mas
allá del horario pactado (6 de la mañana hasta las cuatro de la tarde). Había
niños dormidos en el todoterreno pero decidimos continuar unos kilómetros en
dirección contraria a nuestra puerta de salida, Numbi Gate
Y entonces llegó el momento mágico. El momento del
más grande, el del rey. Reina en este caso. Dos leonas acababan de cazar un joven búfalo y lo
estaban devorando muy cerca de la carretera. Por unos pocos minutos no lo vimos
en directo, todavía no habían llegado los otros actores secundarios no tan
vistosos, los “ugly five” con el buitre a la cabeza desde el cielo. Viendo esa escena, vino a mi memoria Félix
Rodríguez de la Fuente y su programa “El hombre y la tierra”. Aquella mítica
serie de televisión de mi niñez. No eran linces ibéricos ni lobos como en
aquellas maravillosas imágenes guardadas entre nuestros recuerdos, eran leones.
Y no era España, era África. Pero en el fondo es lo mismo, es la misma ley de
la naturaleza. La muerte forma parte de la vida.
Continuamos nuestro regreso a casa y nos
encontramos con un trío de rinocerontes.
Ya sólo nos quedaba el leopardo.
La suerte fue esquiva pero estuvimos muy cerca, nos comentaron que creían
haberlo visto detrás de una pequeña ladera pero no pudimos comprobarlo. No fue
completo el viaje pero sí intenso. Además, el leopardo se convirtió en una
maravillosa razón para volver en otra
ocasión.
Al final del día en el porche de la cabaña, con olor a citronella para
ahuyentar la malaria y una infusión de roobois, el magnetismo de África entra
en tu alma junto con la belleza de la nación arco iris.
Este texto fue enviado a un concurso de relatos de viajes del diario EL PAIS en 2011. Creo que nunca lo recibieron je je
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