Apoyada
la frente levemente en el cristal de la enfermería, con el hombro tocando el
marco de la ventana, veía con satisfacción como los niños jugaban en el
polvoriento patio. Todos negros, todos pobres y todos alegres y riendo. Bajo un
sol de justicia, los chicos y chicas del hospicio estaban tremendamente
excitados, sabían que mañana, el día de Navidad, recibirían un regalo. La
directora lo había dicho en la comida y para unos muchachos que no habían obtenido
ninguna muestra de cariño en sus maltrechas vidas, suponía una inmensa alegría.
— Lahla, Xantal, lahla !
— Lahla, Xantal, lahla !
Oyó su nombre a la espalda en el mismo momento que un trozo de pelota golpeaba sus pies descalzos. Se giró hacia el niño y le habló con amor:
— Shasa,
please, do not speak in Xhosa language here. You can speak it in your ..
Se
detuvo en seco sin completar la frase. Ninguno de los chicos del hospicio tenia
casa, ni familia, ni madre. Todos habían sido recogidos de las calles, en condiciones muy difíciles, por los servicios sociales de Mamelodi que
colaboraban con el orfanato. Los procedimientos en África no son claros pero
pueden ser flexibles si negocias con la persona adecuada. Si pasaba un tiempo y no lo reclamaba ningún familiar,
muchos de ellos volvían a las calles por falta de espacio. Otros, enfermos, eran llevados al hospital central
donde cientos de chavales estaban hacinados en condiciones inhumanas. Aunque Mamelodi Ubuntu tenía infraestructura
para atender a veinticuatro niños, en estos momentos estaban cuarenta y cuatro
alojados, casi el doble. Además, en las últimas dos semanas habían sido
abandonados cinco bebes de pocos días,
con el cordón umbilical colgando, en la puerta principal de la institución. Xantal,
la directora, luchaba por cada niño sin preocuparse
de muchas normas legales, sólo por el bienestar de cada uno de ellos.
— Do
not worry, Shasa, my sweet angel,
Puso la pelota en su
única manita y le dijo suavemente y sonriendo:
— Play hard, my boy.
Dándole
un fuerte abrazo a un niño que no había recibido muchos. Lo hizo como lo hacen
los sudafricanos, profundo, apretando los cuerpos con sentimiento durante unos
segundos sin besos. Posteriormente, beso
a Shasa en la boca, como hacen las madres blancas con sus hijos rubitos de
anuncio televisivo.
Xantal había llegado a Sudáfrica la semana siguiente
de la muerte de Nelson Mandela, hace ahora unos dos años. Con una decisión
increíble y una pasión en su proyecto sin medida, se había propuesto rehabilitar un viejo almacén para que funcionara como hospicio en una de
las zonas más desfavorecidas y conflictivas del pais. Aunque hay otros barrios
en Johannesburgo que tienen unos índices de peligrosidad más elevados, Soweto
es el más famoso de todos, Mamelodi en Pretoria es una zona totalmente dominada por las
mafias y donde pocos hombres blancos se atreven siquiera a pasar por la calle
principal. Después de tocar todas las puertas posibles buscando colaboradores
para su proyecto, después de muchos reuniones con los corruptos políticos
locales buscando los permisos necesarios, al final, Mamelodi Ubuntu llevaba varios meses funcionando. Nadie entendía
como una mujer blanca, y guapa, estaba dando lo mejor de su vida en un
proyecto humanitario, como era la apertura de un orfanato, en un sitio hostil, peligroso y violento.
Tenía varios tatuajes que recordaban su vida
anterior. Uno en el tobillo, discreto y elegante, de una hermosa flor con un
color verde claro, otro en el antebrazo izquierdo, con una inscripción en latín. También, había usado algunos piercings en las orejas y
cejas. Aunque era una mujer con un magnetismo espectacular, su extremada
delgadez y su vida desordenada antes de llegar a Pretoria, estaban pasando
factura en su semblante. Las noches sin dormir en la enfermería y en su pequeño
despacho junto al modesto ordenador, tampoco eran reparadoras. Los pómulos muy
marcados, como esculpidos en el mármol de su
tez blanca, los ojos claros junto
con su enigmática tristeza, hacían de Xantal
una mujer fascinántemente atractiva. En
otro tiempo, fue una persona muy
conocida en la noche de Madrid, una diva, la reina del Vanitas Vanitatis.
En
la enfermería estaban las cunitas de los niños que habían sido abandonados
recientemente, unas encima de otras, desbordadas, como las pocas enfermeras
voluntarias que trabajaban regularmente. La directora estaba vigilando que todo
estuviera en orden, cambiando pañales, preparando biberones y dando cariño a
esos chicos y chicas que tendrían una vida muy complicada. Al mirar nuevamente por la ventana, vio a un
hombre muy bien vestido que se dirigía a la entrada del piso inferior,
atravesando el campo de juego que se había convertido en una nube de polvo, con una mueca de desprecio. Una parecida se dibujó en la expresión de Xantal cuando salió
de la enfermería para ir a su encuentro. No tardó en oír su voz :
— Pero como una pija de Serrano ha acabado
en un antro como este, me pregunto a modo de saludo.
— Veo nuevamente, Ismael, que el tacto
nunca fue tu mejor virtud. Contestó ella.
— Nunca tuve mucha mano izquierda, lo admito,
siempre preferí la otra. Dijo Ismael soltando una carcajada excesiva y ridícula.
Ismael Robles era el tipo
de hombre hecho a sí mismo que había trabajado muy duro en los años de la
burbuja inmobiliaria en España. Suerte, talento y pocos escrúpulos habían
convertido a su holding de compañías en un puesto destacado en el Ibex. Le encantaba
presumir de sus conquistas amorosas y mostrar sus trofeos en revistas. Fueron famosas las interminables fiestas que
organizaba para cerrar acuerdos con clientes. En aquellas noches, Xantal
siempre tuvo un protagonismo especial.
— Veo que la SS va viento en popa. Dijo ella
con cierto retintín mientras esbozaba una expresión burlona.
— Muy ingeniosa, Xantal, la chica que nunca ríe. Spanish
Sun ha desembarcado en Uppington para quedarse, siguiendo con tu símil marítimo.
Acto seguido, soltó otra de sus
escandalosas risotadas sin venir mucho a cuento.
Uppinton, en la parte oeste de Sudáfrica, no muy lejos de la frontera con Namibia, se había convertido
en un centro de energías renovables muy importante a nivel mundial,
especialmente en energía solar. Los días claros, secos y soleados, ofrecían un rendimiento muy
elevado para este tipo de instalaciones.
Ismael se fijó en los
pies descalzos de Xantal, recordaba su
tremendo estilo, personalidad y clase. Cada caricia se le venía a la memoria,
cada beso, miles de imágenes golpeaban su cabeza como aquellos fotogramas de
las películas antiguas pasando a gran velocidad. Dijo con su habitual prepotencia:
— Veo que ya no usas los Louboutin, talla
39. Cuando mi secretaria de España me dijo que me habías llamado, no he tardado
en venir a verte. ¿Cuál es el motivo de tu llamada, querida tristeza?
— Cuantas veces te he dicho que no me
llames así — explotó Xantal en el mismo momento que se dio cuenta que lo estaba
echando todo a perder. — Oh bueno, Ismael, perdona, este calor me
está alterando un poco —. Cambiando su semblante y actitud prosiguió con tranquilidad:
— Para ser sincera contigo, todos tus generosos
regalos los he cambiado por cunas. En mi nueva vida ya no necesito lujos, es
mejor así. He llamado a muchas puertas buscando donaciones para los niños. Iglesias, empresas, instituciones, particulares. Quizás, tu compañía quiera
colaborar con nosotros. Puede ser una buena publicidad, cambiaríamos el nombre
si tu quieres. Ubuntu significa algo así como “humanidad hacia otros” en zulú.
Ismael no parecía
prestar mucha atención a las palabras y esfuerzos de la directora del hospicio
por ser simpática. Seguía pensando en el pasado como león herido y continuó molesto:
— Te perdí la pista cuando te fuiste con
esa vikinga bollera que sólo bebía Jameson.
Un tremendo silencio se
apodero de la conversación. Xantal miró su tatuaje en el brazo izquierdo que se
había hecho en Dublín con su alma gemela, Sigrid. El mismo tatuaje en el mismo
brazo las dos juntas, un día antes de la
catástrofe. Fueron a visitar los
acantilados cerca de la ciudad natal de Sigrid, Cork, y
ella saltó al vacío. Después del entierro, tomó el primer vuelo a la otra punta del mundo y aterrizó en Johannesburgo
por casualidad.
— Sigrid ya no está. Contestó Xantal,
maldiciendo la idea que tuvo de llamar a la puerta de Ismael para pedirle
fondos para su proyecto.
Siempre recordaba el día
de la inauguración del hospicio con todos los políticos presentes, incluido el
presidente del país, Zuma. Los jugadores del equipo de futbol local, los
Mamelodi Sundowns, también estaban presentes, haciendo las delicias de los
primeros niños alojados con sus malabares con la pelota. Por un guiño del
destino, el entrenador de los Mamelodi era el jugador favorito de su padre cuando
ella era una niña. El holandés Johan Neeskens, que había sido compañero y amigo de Cruiff en
el Barcelona, le hizo entrega del cheque para los primeros gastos.
En los primeros días de
Enero, ella recibió una carta.
“Querida Xantal:
Mi nueva secretaria y
asesora fiscal, Grace, me ha recomendado hacer una donación a tu proyecto ya
que me puede abrir muchas puertas. Te has hecho muy famosa entre la comunidad
política y puedes ser una muy buena embajadora para mis proyectos. Te incluyo
un abultado cheque de Netbank, ya hablaremos de algunas condiciones.
En otro orden de cosas,
me encantó la pasión que pones en tu proyecto. Somos muy parecidos, cuando algo
se nos mete en la cabeza no paramos hasta conseguirlo. Siempre estuve enamorado
profundamente de ti. ¿Por qué no te vuelves a Madrid conmigo? No te faltará de
nada y puedes organizar mercadillos benéficos.
Siempre
a tus pies. Ismael Robles”
La tremenda carcajada
que soltó cuando terminó de leer la carta, a imitación de las de Ismael, asustó
al pobre Shasa que estaba jugando en el suelo del despacho. Se puso a llorar
del ruido, sin entender nada.
En una cosa tenía
razón, pensó Xantal mientras rompía la carta, la pasión por la vida que tenía
ahora había transformado su profunda tristeza
en una sonrisa permanente cuando estaba con los niños.